El mango y Doñana son dos de las historias más importantes de la Andalucía contemporánea
Oiga, que nos quitan los mangos de Málaga de las manos. El árbol del mango, ese que suena a novela india, a tarde de monzón, ha ido poblando la Axarquía malagueña, afinando su calidad, hasta llegar a 2014 con una cosecha triplicada y un prestigio en Europa que hace que los precios sean mejores de lo esperado por los productores. Y todo empezó en La Mayora, centro experimental del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), una finca que se encargó de comprar el alemán Dieter Wienberg, el hombre que también se traería el cultivo de la fresa de California, además del aguacate, fruta que sigue desayunando casi todas las mañanas con su mujer, esté en Alemania o en su casa de Marbella.
En aquellos años, huelga decir que las comunicaciones eran más lentas y no se hablaba de networking ni de start ups. Pero eso es lo que hicieron. Una buena red de contactos, entusiasmo por un proyecto que demostraría cómo la investigación puede ser aplicada para cambiar toda una zona y algunos viajes a California en unos años en los que Iberia ampliaba la flota con los jumbos salidos de la Boeing en Seattle. Casualmente, lo mismo que Wienberg, también estuvo por California años antes Mauricio González Gordon, un señor de Jerez hijo del mejor cruce de anglosajones y andaluces, dueño de las bodegas González Byass, enamorado de su finca en Doñana y de los pájaros hasta el punto de pasar allí su viaje de novios. La historia de la preservación de las marismas del Guadalquivir, amenazadas a finales de los 50 ya por un gigantesco plan de desecación, es ejemplo, como La Mayora, de la eficacia de tejer las mejores alianzas internacionales -ahí están las expediciones científicas al coto con ingleses y suizos- de los frutos de la pasión por la investigación, de la visión a largo plazo de unos señores que no se presentan a elecciones ni tienen políticos presionando para inaugurar con muchas fotos y cintas.
En los dos sitios, Doñana y la Axarquía, se trabajó con la gente que mejor conocía el terreno. Wienberg habla con mucho cariño de los trabajadores locales de La Mayora. Bibiana González Gordon y Begoña García le dedicaron un libro precioso con acuarelas y texto a Antonio Chico, guarda mayor del coto. Pero tan importantes como los conocedores del terreno fueron los que llegaron de fuera con ideas nuevas. También pasó en Trops, la mayor cooperativa de tropicales en Vélez, cuando se hizo cargo de ella el vasco de Algorta Enrique Colilles, que llegó allí de consultor externo y acabó dirigiendo ese bendito cotarro.
El mango y Doñana son dos de las historias más importantes de la Andalucía contemporánea. Ambas, tienen mucho en común: el CSIC, la mezcla de extranjeros y locales, la ambición colectiva. Deberíamos tenerlo siempre en cuenta si queremos repetir esos éxitos. Por cierto, prueben esa mezcla en ensalada: canónigos -primera referencia a su cultivo en alemán, Edad Media-, mango de la Axarquía y jamón de Jabugo. Mezclas estupendas que se llevan mal con localismos catetos.